jueves, 23 de julio de 2009

Una imagen

Estoy sentado en una silla dentro de una habitación. Ésta se encuentra en el último piso de una casa muy grande, con incontables pasillos y salas. Quizás es un palacio. La puerta está cerrada. No hay luz. Debo quedarme muy quieto, casi sin respirar, en total tensión.
Estoy esperando una carta, y el único indicio que voy a tener de su arribo será el sonido que haga al rozar levemente el piso al aparecer por debajo de la puerta. No, ahora sé que lo único que podré percibir es la mínima onda que producirá al desplazar el aire en el espacio que ocupará dentro de la casa, y que de algún modo tendré que sentir esa vibración en mi cuerpo, ese fugaz mensaje, esa nada de la nada.
No me muevo, espero. De esa carta depende mi vida.
No es seguro que la carta llegue.

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