Escribo como si estuviera vivo.
Los gestos devastados arrecian,
y yo, que no aprendo a no querer, me deshago entre recodos.
Otoñan las hojas en este estrago
y un viento cierra las puertas adormecidas en la espera.
Negra guerra contra los destellos del mirar,
contra los mitos desencontrados,
contra dioses ignorantes.
Raíz desatinada que no me suelta la voz
y me tropieza los pasos.
Allá, como montaña de piedra, se erige la esperanza.
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